Antes de comprar un producto, hazte la pregunta si realmente lo necesitas.
Antes de tirar cualquier cosa a la basura, piensa si se puede reutilizar, reciclar o reparar, o si puede ser útil para otra persona.
Evita las latas de bebidas, vale más el envase que su contenido y apenas se recuperan o reciclan.
La energía que producen las pilas es más de 600 veces más cara que la de la red.
Desconecta los aparatos eléctricos de la red cuando no están funcionando.
Prescinde de los electrodomésticos innecesarios como cepillos de dientes, abrelatas, cuchillos eléctricos, y demás chucherías que en vez de “facilitarnos” la vida, nos lleva a consumir y generar más basura electrónica.
Usa bombillas LED que duran mucho más que las bombillas tradicionales y que inclusiva las fluorescentes.
Evita los aerosoles que contienen CFCs y que son causantes de la destrucción de la capa de ozono, u otros gases que también contribuyen al efecto invernadero.
Los ambientadores no eliminan los malos olores sino que desprenden otros más fuertes que nos impiden detectar los primeros.
En la alimentación, evita la comida basura o precocidad.
Evita los productos que recorren grandes distancias antes de llegar al consumidor. Ya lo decía, recorren miles de kilómetros consumiendo combustibles que van a agudizar el cambio climático.
Aprovecha bien el papel: úsalo por las dos caras, utilízalo reciclado y envíalo después a reciclar.
Si te es imprescindible usar el coche para acudir al trabajo, compártelo con otros compañeros o vecinos.
Evita los productos con PVC. Producen furanos y dioxinas cuando son incinerados.
Si te ha caducado algún medicamento, no lo tires a la basura ni al WC, llévalo a la farmacia, donde deben hacerse cargo de él (o deberían).
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