jueves, 23 de noviembre de 2017

Petra, la ciudad perdida (Jordania)

Petra es conocida como la ciudad perdida porque si bien su historia se remonta a la época de los nabateos, en el siglo VII a.C, en la Edad Media ya fue completamente abandonada y no fue “descubierta” por los occidentales hasta principios del siglo XIX. En concreto, fue el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt quien en 1812 consiguió que los habitantes locales le llevaran a conocer esa ciudad perdida de la que se hablaba. Entusiasta de la cultura árabe, antes se convirtió a la religión musulmana y se cambió el nombre por el de Ibrahim Ibn Abd Allah, lo que le permitió ganarse la confianza necesaria para ser conducido hasta Petra.

La principal razón de que Petra se convirtiera en la ciudad perdida es su especial ubicación en un valle rodeado por altas montañas rocosas cuya entrada es el profundo desfiladero conocido como el Siq. Con una longitud de kilómetro y medio, el desfiladero llega a tener en alguno de sus tramos una mínima anchura de poco más de dos metros. Por ello se convirtió en un enclave totalmente oculto e inexpugnable.

Petra alcanzó su máximo desarrollo cuando fue ocupada por la civilización nabatea. Pero, ¿quiénes eran los nabateos? Era un pueblo árabe que alcanzó su máximo esplendor entre los siglos IV a.C. y I d.C., el cual se extendió por las tierras de Palestina dedicándose al comercio. Muestra de este espíritu comercial lo encuentras en los relieves escultóricos que puedes ver en el citado Siq, los cuales representan a tamaño natural las caravanas de camellos.

Tres eran las funciones que cumplía la ciudad de Petra. Por un lado, era considerada como la ciudad para el día de mañana. Con una religión pagana con numerosos dioses, la que fuera ciudad de Petra está plagada de tumbas nabateas, espacios excavados en la roca donde reposaban los muertos. Las verás muy sencillas, simples huecos de acceso a una cueva, pero también esplendorosas, y la más famosa de ellas, la imagen que seguro tienes en la retina, la conocida como el Tesoro de Petra.

Unas de las claves del auge de Petra fue la disponibilidad de agua, siempre escasa en estas tierras de Oriente Medio. Por su emplazamiento entre montañas rocosas, y gracias a la construcción de complejas redes de canales, en Petra disponían de suficiente agua para su población. Pero, en cambio, la disposición del gran desfiladero en la historia favoreció importantes inundaciones por torrentes de aguas.


Petra fue conquistada por los romanos, en concreto, por el general Pompeyo en el año 63 a.C., y si bien inicialmente los nabatos dispusieron de cierta autonomía, tras la muerte del último rey nabateo en el año 106, pasó a ser una ciudad controlada por el emperador Trajano. Posteriormente fue perdiendo su pujanza como ciudad comercial al desviarse las rutas tradicionales con la aparición de nuevas rutas marítimas. Restos arqueológicos de la presencia romana los puedes ver ahora sobre todo en la Vía de las Columnas y en el Teatro de Petra. En la época bizantina, en el siglo IV, Petra se incorporó al Imperio Romano de Oriente, ya bajo la cristiandad, lo que llevó a la construcción de algunas iglesias.

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