domingo, 20 de agosto de 2017

Los Gladiadores

Eran esclavos: Se trata quizá de la noción más importante y frecuentemente ignorada por la idealización moderna del circo romano. Los gladiadores no luchaban por placer ni eran hombres sanguinarios, amantes de la violencia y la sangre: eran esclavos. Traídos desde todas partes del mundo entonces conocido, la única diferencia con respecto a los demás que sufrían de trabajos forzados en minas, cultivos y otros medios de producción era su fuerza. En vez de emplearla en esos trabajos, eran comprados por un lanista para el cruel espectáculo. Que fueran tratados mejor no significa que dejaran de ser simple carne de cañón.

Había escuelas de gladiadores: Al hombre adinerado cuyo negocio se dedicaba a gladiadores, se le llamaba lanistae. Conforme el rito se convirtió en un gran espectáculo (primero aclamado por los patricios y las clases más altas de Roma y después por el público en general), las reglas se hicieron más justas con la intención de hacer del morbo y la sangre una atracción de ocio en el seno de la sociedad romana. Entonces surgió una especialización y los lanistas marchaban a comprar esclavos para sus "escuelas", donde eran instruidos forzosamente en las armas y desarrollaban su musculatura para servir a su amo.

Era un espectáculo sangriento: A pesar de que distintas interpretaciones modernas reafirmen la aparición de árbitros y ciertas reglas durante la contienda, argumentando que la lucha entre gladiadores respondía más a un deporte que a una práctica sangrienta, la realidad es que el suplicio se mantenía para los esclavos que luchaban por sus vidas frente a otros de la misma condición. Las reglas sólo hicieron los combates más duraderos para beneplácito del público, especialmente de los patricios, que pagaban altas sumas en privado por ver un espectáculo digno. 

Eran bien alimentados: Se trata de un principio lógico: un gladiador no podía dar la mejor pelea de su vida si no se mantenía en forma, bien alimentado y con las condiciones fisiológicas básicas satisfechas. Los lanistas se preocupaban por mantener a sus esclavos sanos y les obligaban a ejercitarse para después alimentarlos vigorosamente. Algunos de sus favoritos, aquellos que les dejaban mejores ganancias, podían recibir una mujer esclava para satisfacer sus necesidades carnales.

Las guerras serviles: La mejor muestra de que la mayoría de los gladiadores no eran más que esclavos que producían ganancias para sus captores, fueron las guerras serviles que azotaron Roma, especialmente la tercera, una rebelión que se originó en la escuela de gladiadores de Capua y en su punto más alto contó con más de 70 mil efectivos que vencieron a distintas legiones romanas. 

Existían gladiadoras: Aunque sus combates no eran tan comunes y celebrados como los de su contraparte masculina, la existencia de mujeres gladiadoras está comprobada a través de la evidencia histórica que muestra esculturas de mujeres armadas en posición de triunfo. Se trata de un rasgo de la etapa más tardía del circo romano, cuando la mayoría de gladiadores profesionales se encargaban de entretener al público en eventos multitudinarios.

No se enfrentaban en igualdad de condiciones: Para mantener la expectación, los distintos tipos de gladiadores luchaban con un arsenal de armas variadas, que iban desde las redes, dagas, lazos y escudos, habitualmente clasificados según su raza. Los tracios llevaban consigo una espada corta llamda sica, mientras los samnitas portaban un escudo grande y una espada conocida como gladius.

Existían los gladiadores profesionales: Conforme los combates se popularizaron en todos los territorios conquistados por Roma, surgió un nuevo tipo de gladiador: los autoracti eran hombres libres que decidían dedicar su vida a esta práctica. A raíz de su influencia, las peleas entre gladiadores voluntarios se afianzaron como un gran espectáculo. El nivel de crueldad y la tasa de mortalidad dentro de la arena descendieron y a diferencia de los gladiadores esclavos, combatían pocas veces al año y no luchaban a muerte.

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