domingo, 24 de diciembre de 2017

El libro que tienes que leer para perdonar una infidelidad


Queremos que la otra persona ofrezca estabilidad, seguridad y confianza. Y queremos que esa misma persona brinde respeto, misterio, aventura y riesgo. ¿Se puede todo eso durante un "por siempre"?

Te voy a hacer una pregunta que quizá te espante pero al final del texto estarás de acuerdo: ¿La infidelidad es buena para las relaciones de pareja? Comencemos por lo evidente, la infidelidad es uno de los actos más repudiados por las personas. En una encuesta realizada por Gallup, la cual examinó las actitudes morales de la sociedad, se encontró que el engaño es odiado más que el divorcio; se le odia más que la poligamia e incluso es más satanizado que el suicidio y la clonación humana. Existe tanto rechazo a este acto que la Biblia la castiga por hacerlo y pensarlo.

Bueno, nadie quiere andar por la calle con unos cuernos tamaño venado. Pero eso sí, una cosa muy diferente es ser el engañado a ser el que engaña, ¿verdad? A esta y otras conclusiones llegó la terapeuta Esther Perel en su libro The State of affairs, en el cual recopila, analiza y sintetiza todos los casos de infidelidades en los que ha trabajado durante décadas, dejando una cínica pero realista respuesta a lo que llamamos «trágica infidelidad».



Esther comenta que tratar el tema de la infidelidad varía de acuerdo a las culturas y que las personas pueden tomarla como una condena amarga o como un acto cotidiano e irreversible. Por ejemplo, en París, el tema trae un escalofrío inmediato a una conversación de cena; en Bulgaria, un grupo de mujeres parece ver el engaño de sus maridos como desafortunado pero inevitable; mientras que en México, las esposas son conscientes de que los hombres puedan tener "dos hogares", la "casa grande" y la "casa chica", una para la familia y una para la amante.

«La infidelidad puede ser omnipresente, pero la forma en que le damos sentido -cómo la definimos, la experimentamos y hablamos de ella- está vinculada al momento y lugar particular donde se desarrolla el drama».


Sin embargo, Esther, la experta en relaciones de pareja, comienza a hacer un esbozo de aquello que nosotros llamamos compromiso marital. Durante gran parte de la historia, y en muchas partes del mundo, el matrimonio fue una alianza pragmática que aseguró la estabilidad económica y la cohesión social. La gente se casaba no porque se amaba sino porque en la unión veía un beneficio, en la mayoría de veces, económico. En ese caso, ¿habría algún problema de tener dos parejas, una que te brinde la estabilidad de bienes y otra para experimentar el amor verdadero? Esta idea es complicada para las personas modernas de occidente, pero sólo basta pensar en las bodas arregladas, donde el novio y la novia nunca se ven hasta el momento de la celebración nupcial.

Bien, nosotros no estamos en la India u otro país de Asia con aquellas tradiciones, nosotros estamos bajo una lógica de parejas occidentales modernas, donde el matrimonio no sólo es una empresa económica sino un conglomerado de sueños y anhelos que trascienden por cualquier valor monetario o estatus social. Nosotros nos unimos para gozar el amor con una persona durante el mágico periodo de un "por siempre".



Pero, ¿estas ideas no son un poco contradictorias? Queremos que la otra persona (el gran amor) ofrezca estabilidad, seguridad y confianza. Y queremos que esa misma persona brinde respeto, misterio, aventura y riesgo. Esperamos comodidad y ventaja, familiaridad y novedad, continuidad y sorpresa. Hemos construido un sueño donde el amor seguirá siendo incondicional, apasionante por la intimidad y el sexo.

Sin embargo, ¿dónde quedaron todos esos valores que la posmodernidad nos ha implantado? Esther comenta que en Occidente, el sexo es un derecho relacionado con nuestra individualidad, nuestra autorrealización y nuestra libertad. Por lo tanto, «la mayoría de nosotros llegamos al altar después de años de nomadismo sexual». Para cuando nos casamos, nos conectamos, salimos, cohabitamos y terminamos. Solíamos casarnos y tener relaciones sexuales por primera vez. Ahora nos casamos y dejamos de tener relaciones sexuales con los demás. La elección consciente que hacemos para controlar nuestra libertad sexual es un testimonio de la seriedad de nuestro compromiso. Al darle la espalda a otros amores, confirmamos la singularidad de nuestro "otro significativo": «Nuestro deseo por los demás se supone que se evapora milagrosamente, vencido por el poder de esta singular atracción».




Aquí el problema más grande es el temido "por siempre". Ni si quiera nosotros podemos prestar atención a una película, libro, concierto durante tanto tiempo. De hecho la finitud de aquel acto es lo que mantiene nuestro interés, sabemos que se está viviendo en aquel momento, pero al cabo de los 30 minutos terminará aquello que nos gusta y tendremos tiempo de un respiro. En esa lapso de descanso nuestro deseo se renueva y al mes siguiente ya queremos volver a experimentar esa sensación de júbilo como si fuera la primera vez en nuestras vidas.

Esta y reflexiones nos ofrece Esther Perel en el libro The State of Affairs, no para alentar las infidelidades, sino para hacerles entender a todos que el engaño debe dejar de ser satanizado, porque aunque se ame con todo el corazón a veces es necesario un respiro. Al final, una estabilidad perpetua es imposible y tener esos cambios es la mejor forma para renovar aquello a lo que se ama.

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