lunes, 30 de octubre de 2017

El manual nazi para ser la esposa perfecta


Doblar camisas, traer pan caliente a la mesa, cocinar, decorar la casa, lavar y planchar el uniforme de sus esposos: la Escuela de Novias del Reich funcionó para ‘educar’ a las mujeres en los valores nazis.

El nazismo concebía la valía de la mujer sólo por cuanto la consideraba el depositario de la raza germana y la raíz de su ideología. Por ello, la política del Tercer Reich con respecto a las mujeres fue especialmente diseñada desde la década de los 30, mientras el régimen recrudecía las hostilidades hacia judíos y todos quienes consideraba indignos de vivir.
           

Para cumplir con la misión, la mano derecha de Hitler, el Reichsführer de la Schutzstaffel, Heinrich Himmler, diseñó un programa que trató de intervenir en la vida pública y privada de las mujeres arias, especialmente aquellas que tenían como pareja a algún diplomático, militar o funcionario de la Alemania nazi: las escuelas de novias del Partido Nacionalsocialista funcionaron como una ortopedia encargada de corregir y moldear a las mujeres alemanas según lo que la obtusa ideología fascista creía debían ser.
                                        

Se trataba de un breve curso de seis a ocho semanas, que recibía a grupos de aproximadamente veinte mujeres interesadas en comprometerse en una relación e iniciar una familia. Una vez que aprobaban, recibían un diploma que avalaba su conclusión satisfactoria y se consideraba que estas mujeres estaban aptas para casarse con un combatiente nazi, asegurando que habrían de poner en práctica los principios eugenésicos y de superioridad, tanto en el día a día con su esposo, como en la educación de sus hijos.
                       

Las lecciones estaban íntimamente ligadas con la concepción de la mujer en el ideario nazi. Doblar camisas, traer pan caliente a la mesa, cocinar, decorar la casa, lavar y planchar el uniforme de sus esposos, encargarse de las tareas del jardín y participar breve pero correctamente en las conversaciones de hombres durante reuniones sociales.
                
El principio que cada aprendiz de novia debía memorizar la “triple K”: niños, iglesia y cocina (kinder, küche und kirche), una máxima que debía guiar cada paso de su vida que da cuenta del imperante machismo y la visión de la mujer como un objeto controlador y alienante. El entrenamiento fue ideado por Himmler y Gertrud Scholtz-Klink, la única mujer nazi que tuvo un papel importante en la organización jerárquica del Tercer Reich.
                           

La primera de estas escuelas fue inaugurada en 1937 en un sitio estratégico: Schwanenwerder, una isla al noroeste de Berlín en el camino del río Havel, un sitio cercano a la residencia de Goebbels y lo suficientemente aislado como para evitar cualquier distracción de las estudiantes.

                             

No sólo eso: el punto más alto de la instrucción femenina estaba en seguir al pie de la letra el dogma del fascismo alemán. Las propias leyes germanas afirmaban que el género femenino era el “sustento de la raza” y para cumplir con esa misión, debían “adquirir un conocimiento especial de de raza y genética”.
                                   
Tal era la verdadera misión de las Escuelas de Novias del Reich, en una sociedad obtusa que demostró cuán fácil es perder el piso y alejarse de los preceptos más básicos de humanidad una vez que se denigra a una mujer concibiéndola únicamente como depositaria y reproductora de la ideología dominante en aquél entonces. Cabría reflexionar sobre la situación actual de la mujer en América Latina y el rol que juega en una sociedad ampliamente machista y su tétrico parecido con los ideales femeninos durante el Tercer Reich. 

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