Te amo a lo largo de los días,
en la oscuridad,
A través de todas las largas divisiones de la noche,
esas horas
Que yo, pródigo, desaprovecho solo,
y yazgo, y doy vueltas, despierto hasta el alba.
Y con tu forma pueblo la noche,
y pensamientos de ardiente deseo crecen vivos en mí.
¿Qué magia había en esa voz tuya
para traer tan cantante vigor a mi carne,
A miembros que ahora yacen indiferentes en mi cama sin vos?
Por eso imploro la oscuridad:
¿Adónde te fuiste, Ah hombre que ama?
¿Porqué te has ido de aquella cuyo amor
puede marcar el rumbo, paso a paso, de tu deseo?
Ninguna amante voz responde.
Y yo (demasiado bien) percibo
qué solo estoy.
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