Petra
es conocida como la ciudad perdida porque si bien su historia se
remonta a la época de los nabateos, en el siglo VII a.C, en la Edad
Media ya fue completamente abandonada y no fue “descubierta” por los
occidentales hasta principios del siglo XIX. En concreto, fue el
explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt quien en 1812 consiguió que
los habitantes locales le llevaran a conocer esa ciudad perdida de la
que se hablaba. Entusiasta de la cultura árabe, antes se convirtió a la
religión musulmana y se cambió el nombre por el de Ibrahim Ibn Abd
Allah, lo que le permitió ganarse la confianza necesaria para ser
conducido hasta Petra.
La
principal razón de que Petra se convirtiera en la ciudad perdida es su
especial ubicación en un valle rodeado por altas montañas rocosas cuya
entrada es el profundo desfiladero conocido como el Siq. Con una
longitud de kilómetro y medio, el desfiladero llega a tener en alguno de
sus tramos una mínima anchura de poco más de dos metros. Por ello se
convirtió en un enclave totalmente oculto e inexpugnable.
Petra
alcanzó su máximo desarrollo cuando fue ocupada por la civilización
nabatea. Pero, ¿quiénes eran los nabateos? Era un pueblo árabe que
alcanzó su máximo esplendor entre los siglos IV a.C. y I d.C., el cual
se extendió por las tierras de Palestina dedicándose al comercio.
Muestra de este espíritu comercial lo encuentras en los relieves
escultóricos que puedes ver en el citado Siq, los cuales representan a
tamaño natural las caravanas de camellos.
Tres
eran las funciones que cumplía la ciudad de Petra. Por un lado, era
considerada como la ciudad para el día de mañana. Con una religión
pagana con numerosos dioses, la que fuera ciudad de Petra está plagada
de tumbas nabateas, espacios excavados en la roca donde reposaban los
muertos. Las verás muy sencillas, simples huecos de acceso a una cueva,
pero también esplendorosas, y la más famosa de ellas, la imagen que
seguro tienes en la retina, la conocida como el Tesoro de Petra.
Unas
de las claves del auge de Petra fue la disponibilidad de agua, siempre
escasa en estas tierras de Oriente Medio. Por su emplazamiento entre
montañas rocosas, y gracias a la construcción de complejas redes de
canales, en Petra disponían de suficiente agua para su población. Pero,
en cambio, la disposición del gran desfiladero en la historia favoreció
importantes inundaciones por torrentes de aguas.
Petra
fue conquistada por los romanos, en concreto, por el general Pompeyo en
el año 63 a.C., y si bien inicialmente los nabatos dispusieron de
cierta autonomía, tras la muerte del último rey nabateo en el año 106,
pasó a ser una ciudad controlada por el emperador Trajano.
Posteriormente fue perdiendo su pujanza como ciudad comercial al
desviarse las rutas tradicionales con la aparición de nuevas rutas
marítimas. Restos arqueológicos de la presencia romana los puedes ver
ahora sobre todo en la Vía de las Columnas y en el Teatro de Petra. En
la época bizantina, en el siglo IV, Petra se incorporó al Imperio Romano
de Oriente, ya bajo la cristiandad, lo que llevó a la construcción de
algunas iglesias.
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