martes, 5 de septiembre de 2017

La maldición de los presidentes de EE.UU

En el marco del 65 aniversario del PRI, Luis Donaldo Colosio ofreció un emotivo discurso en el cual hizo un llamado a un cambio total en la cúpula política al criticar la distancia que había entre el poder y el pueblo. Por primera vez desde el llamado "milagro mexicano" había motivos para imaginar un futuro prometedor; sin embargo, todo terminó con el asesinato del candidato oficial a la presidencia en Lomas Taurinas, Tijuana.

La muerte de Colosio significó una tragedia nacional, en tan sólo unos segundos el prometedor futuro de México regresó al tiempo en el que los caudillos se asesinaban por la silla presidencial. Este brutal crimen recordó un episodio similar ocurrido en Estados Unidos. Treinta años antes, el presidente del vecino del norte fue asesinado a tiros mientras recorría las calles de Dallas. Hay diversas teorías sobre quién estuvo detrás de la muerte de John F. Kennedy, pero sin duda la más extraña es la maldición que supuestamente fue convocada por un indio shawnee. 


La historia de los nativos estadounidenses está escrita con sangre y uno de sus episodios más violentos se dio con la llegada de los puritanos en el barco llamado Mayflower, momento al que nos remite la maldición en cuestión. Los recién llegados fundaron Jamestown, la primera colonia inglesa permanente, en el territorio ocupado por una confederación india liderada por el jefe Powhatan. En el invierno de 1610, los colonos se vieron forzados a acercarse a los nativos debido a una terrible hambruna; al terminar la crisis, el gobernador de la colonia le exigió a Powatan que le devolviera a los fugitivos. Según los ingleses, éste último contestó con "respuestas nacidas del orgullo y del desdén". Ante esta negativa, los europeos enviaron a sus soldados a quemar casas, cortar las cosechas y a raptar a sus hijos para "hacerles saltar la tapa de los sesos en el agua."

Un nuevo episodio de esta historia se escribió en 1811 con la batalla de Tippecanoe. Dos años antes, William Henry Harrison, en su papel como gobernador del territorio de Indiana, firmó el tratado de Fort Wayne con el que reclamó tres millones de acres. Al ser designado gobernador del territorio de Indiana, se fijó la meta de arrasar las tierras de los nativos americanos con el objetivo de atraer a nuevos colonizadores. A raíz de esta acción, los shawnee se levantaron en armas bajo el mando de Tenskwatawa, su líder y profeta.


El conflicto finalizó en 1812 con la batalla del Támesis. Cuenta la leyenda que ante la derrota, Tecumseh, hermano de Tenskwatawa, lanzó una maldición sobre William Henry Harrison que afectaría a todos los presidentes que ganaran las elecciones en los años terminados en cero. Después de su campaña, Harrison fue miembro del senado y logró ganar la presidencia en 1840. Tan sólo un mes después de asumir su nuevo cargo, el originario de Virginia se convertiría en el primer presidente de Estados Unidos en morir en el cargo. 

Esta lista aumentó veinte años después: en 1860, Abraham Lincoln celebró su reelección como presidente. Este hecho dio pie a una larga guerra civil que duró cinco años. Desgraciadamente, Lincoln no tuvo mucho tiempo para celebrar su victoria, pues un mes después del fin del conflicto armado, fue asesinado durante una obra de teatro. 


James A. Garfield, republicano originario de Ohio, ganó las elecciones en 1880. En el mismo año que asumió el cargo, sufrió un atentado que le arrebataría la vida once meses después. Charles J. Guiteau, perpetuador del asesinato, justificó su acción al mencionar que la administración de Garfield le había negado un puesto político. 

Gracias a la victoria de la guerra hispano-estadounidense, William Mckinley fue electo para un nuevo ciclo como presidente en 1900. Supuestamente, la maldición lo alcanzó seis meses después del inicio de su segundo mandato, cuando un autoproclamado anarquista lo asesinó por "ser enemigo de las personas". 

Veinte años después, Warren G. Harding fue elegido como presidente debido a la creciente impopularidad de Woodrow Wilson. En 1923, Harding se sumó a la lista de la maldición, pero a diferencia de la mayoría de sus predecesores, murió por un ataque cerebrovascular y no por un hecho violento. 

En 1940, Franklin D. Roosevelt ganó su tercera reelección. En ese tiempo el mundo estaba pasando por el conflicto bélico más grande de la historia y la mejor opción era no arriesgarse con la alternancia. Roosevelt logró ganar una elección más de cuatro años después; sin embargo, no pudo ver la victoria de su país en la Segunda Guerra Mundial debido a que una hemorragia cerebral acabó precipitadamente con su mandato.


En el inicio la década de los sesenta, Estados Unidos recibió con júbilo la victoria en las urnas de un demócrata oriundo de Brookline, Massachusetts. Durante su corto periodo como presidente, John F. Kennedy enamoró a la sociedad estadounidense con su carisma y su liderazgo; no obstante, el sueño terminó cuando diversos tiros le arrebataron la vida en 1963. 

Los únicos presidentes que supuestamente han derrotado a la maldición son Ronald Reagan (1980-1989) y George W. Bush (2004-2008) ; sin embargo, cabe destacar que ambos fueron víctimas de atentados contra su vida. Coincidencia o realidad, no cabe duda que la maldición de Tippecanoe es una de las más grandes incógnitas de la historia de Estados Unidos y seguirá dando de qué hablar.

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