La vida está llena de retos, de eso no cabe duda, y hay que afrontarlos sin más, porque cada reto superado es una prueba ganada que nos genera experiencia y que nos llena de sabiduría para ir afrontando la vida con mejores armas.
Pero hay retos que son más difíciles por su naturaleza: a estos los llamamos “obstáculos”. Y al conjunto de obstáculos que tenemos que ir enfrentando en una situación determinada los llamamos “adversidades”.
Es de las adversidades de las que se obtiene mayor sabiduría y las que nos demuestran de qué está hecho nuestro temple, pues requieren que pongamos todas nuestras herramientas y nuestra fortaleza al servicio de nuestro objetivo con el fin de superar lo que nos acontece en determinado tiempo.
Seguramente en tu vida has enfrentado diversos problemas, porque de problemas está hecha la vida, y si no los tuviéramos, qué aburrida sería, ¿no lo crees? Pues bien, todos esos problemas que has ido superando han forjado tu personalidad y te han hecho lo que eres hoy.
Mira hacia atrás y ve lo que has logrado. Ya eres un vencedor. Aunque no lo creas. Has logrado lo que muchos que ya no están con nosotros desearían: sobrevivir. Y lo has hecho bien. Claro, tienes defectos, como cualquiera, pero te sugiero que te fijes más en tus virtudes y fortalezas.
Te invito a leer la historia de este caballo, que enfrentó una de las mayores adversidades en su vida. Te dejará una lección muy importante:
El caballo en el pozo
Un campesino, que luchaba con muchas dificultades, poseía algunos caballos para que lo ayudasen en los trabajos de su pequeña hacienda. Un día, su capataz le trajo la noticia de que uno de los caballos había caído en un viejo pozo abandonado. El pozo era muy profundo y sería extremadamente difícil sacar el caballo de allí.
El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y evaluó la situación, asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero, por la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, creyó que no valía la pena invertir en la operación de rescate. Tomó entonces la difícil decisión de decirle al capataz que sacrificase el animal tirando tierra en el pozo hasta enterrarlo, allí mismo.
Y así se hizo. Comenzaron a lanzar tierra dentro del pozo de forma de cubrir al caballo. Pero, a medida que la tierra caía en el animal este la sacudía y se iba acumulando en el fondo, posibilitando al caballo para ir subiendo. Los hombres se dieron cuenta que el caballo no se dejaba enterrar, sino al contrario, estaba subiendo hasta que finalmente consiguió salir.
Pero hay retos que son más difíciles por su naturaleza: a estos los llamamos “obstáculos”. Y al conjunto de obstáculos que tenemos que ir enfrentando en una situación determinada los llamamos “adversidades”.
Es de las adversidades de las que se obtiene mayor sabiduría y las que nos demuestran de qué está hecho nuestro temple, pues requieren que pongamos todas nuestras herramientas y nuestra fortaleza al servicio de nuestro objetivo con el fin de superar lo que nos acontece en determinado tiempo.
Seguramente en tu vida has enfrentado diversos problemas, porque de problemas está hecha la vida, y si no los tuviéramos, qué aburrida sería, ¿no lo crees? Pues bien, todos esos problemas que has ido superando han forjado tu personalidad y te han hecho lo que eres hoy.
Mira hacia atrás y ve lo que has logrado. Ya eres un vencedor. Aunque no lo creas. Has logrado lo que muchos que ya no están con nosotros desearían: sobrevivir. Y lo has hecho bien. Claro, tienes defectos, como cualquiera, pero te sugiero que te fijes más en tus virtudes y fortalezas.
Te invito a leer la historia de este caballo, que enfrentó una de las mayores adversidades en su vida. Te dejará una lección muy importante:
El caballo en el pozo
Un campesino, que luchaba con muchas dificultades, poseía algunos caballos para que lo ayudasen en los trabajos de su pequeña hacienda. Un día, su capataz le trajo la noticia de que uno de los caballos había caído en un viejo pozo abandonado. El pozo era muy profundo y sería extremadamente difícil sacar el caballo de allí.
El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y evaluó la situación, asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero, por la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, creyó que no valía la pena invertir en la operación de rescate. Tomó entonces la difícil decisión de decirle al capataz que sacrificase el animal tirando tierra en el pozo hasta enterrarlo, allí mismo.
Y así se hizo. Comenzaron a lanzar tierra dentro del pozo de forma de cubrir al caballo. Pero, a medida que la tierra caía en el animal este la sacudía y se iba acumulando en el fondo, posibilitando al caballo para ir subiendo. Los hombres se dieron cuenta que el caballo no se dejaba enterrar, sino al contrario, estaba subiendo hasta que finalmente consiguió salir.
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