sábado, 19 de agosto de 2017

Las 5 criaturas màs extrañas de la edad medieval

Dragón: Una figura mitológica, que apareció en un sinfín de culturas antiguas, encuentra su correspondencia real con los reptiles, especialmente la serpiente, que adquirió una connotación negativa a través del cristianismo y como tal se difundió en la Europa medieval. Los pasajes bíblicos que identifican a este animal como una encarnación demoniaca parten del Génesis y configuran lo rastrero y venenoso como símbolo inequívoco del mal. Su cresta y cola en forma de dardo representan la soberbia y los engaños que utiliza desde la óptica cristiana. Los bestiarios de la época solían caracterizarlo con alas de murciélago o águila, en una clara alusión al Diablo como un ángel caído, que no sólo se arrastra como acto de vileza (en contraposición con el cielo), también vuela para engañar y seducir al pecado tanto a hombres como mujeres.

Grifo: La más grande de las criaturas voladoras, mitad águila en la parte superior del cuerpo y león por la inferior, con cola de reptil. El "Libellus de natura animallum" (s. XVI) lo menciona como "un cuadrúpedo, con las garras tan grandes y amplias que puede aferrar con ellas el cuerpo de un hombre totalmente armado, un buey u otro animal volando por los aires (...)". Es especialmente agresiva y el poder de sus extremidades resalta en distintos bestiarios medievales. Simbólicamente, jugó un papel dual: mientras en algunas ocasiones sus alas aparecen como guardián del orden celestial, batiéndose contra serpientes y dragones, en otras ocasiones su crueldad y naturaleza depredadora lo representan como el Anticristo.



Basilisco : La morfología de esta criatura varía según su representación. La acepción más común es una serpiente con cresta, pero en distintas ilustraciones de la época aparece como un gallo con cola de la serpiente. Su dominio como forma última de las serpientes es digno de mención y su naturaleza resulta toda destrucción: "...es el rey de los reptiles; con su sola mirada mata al hombre; hace perecer con su aliento a las aves voladoras, y está tan lleno de veneno, que reluce". La forma más efectiva de acabar con esta criatura es reflejando su mirada con un espejo. Tal alegoría tuvo un fin didáctico para explicar el ascetismo cristiano, tal y como describe el "Bestiario de Pierre de Beauvais" (s. XIII): "Entenid que el Hijo de Dios entró en el cuerpo bendito de Nuestra Señora, la Virgen más clara y limpia, María su madre. Entonces, el basilisco arrojó por los ojos su veneno, al contemplar el recipiente en el que se encontraba el hijo del rey; y el veneno chocó contra el recipiente, sin poder hacer daño a nadie, salvo a la bestia. Entonces, rebotó el veneno sobre el animal, y éste permaneció languideciente hasta que el hijo del rey se encontró fuera".

Centauro : El origen de esta criatura fantástica puede rastrearse a través del pensamiento helénico, en la mitología clásica. No obstante, en el "Pshysiologus" (s.V) uno de los bestiarios más aludidos durante la Baja Edad Media, la descripción del centauro atiende enteramente al ascetismo de la época y funcionó como una elegante e infalible analogía moral:"...los centauros tienen la parte superior como la de un hombre, y desde el pecho hacia abajo la forma de un caballo. Así tiene cada hombre dos almas, y es indeciso en sus obras. Muchos hay que se reúnen en la iglesia mostrando una conducta divina, mientras que constantemente están negando su influencia (...) son como hombres, pero una vez que han salido de ella, se convierten en muertos. Son (...) herejes hipócritas y de voluntad doble".

Manticora: "El Bestiario moralizzato di Gubbio" (s. XII) presenta a la manticora como una criatura con ojos de cabra, cuerpo de león y cola de escorpión; sin embargo, lo más espeluznante de su naturaleza bestial es su rostro humano. Devoradora de hombres cuyas características una vez más, encarnan al demonio a través del engaño: "Una fiera llamada manticora, concebida de hombre y de animal pero semejante a cada uno de ambos y que desea carne humana con avidez. Su voz es bella y armoniosa y quien la oye, en ella se deleita: es afín, por supuesto, al Enemigo, que, fingiendo, engaña al alma".

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