En pleno siglo XXI, las realidades en las diversas latitudes del mundo distan mucho unas de otras en cuanto a lo moral y legal se refiere. En países como Jordania, Pakistán, Egipto, Arabia Saudita, Bangladesh y la India ocurren con cierta frecuencia los denominados “crímenes de honor”, que se cometen en contra de mujeres y niñas quienes, según sus padres, hermanos y/o esposos, han manchado el honor de la familia por llevar a cabo conductas severamente reprochables e inmorales, como el adulterio, rechazar un matrimonio arreglado, divorciarse de su esposo abusivo, ser víctima de una violación o cualquier situación que consideren impúdica, obscena o inapropiada. Entre las problemáticas que aquejan al Medio Oriente, es preciso mencionar que inexplicablemente se siguen perdonando a los violadores de mujeres.
Los crímenes de amor consisten en causar un daño grave a la víctima o incluso matarla. En muchos de estos países una práctica común es verter ácido sobre el rostro y cuello de la mujer mientras está desprevenida. Este acto abominable es abordado en el cortometraje documental Saving Face (Sharmeen Obaid Chinoy y Daniel Junge, 2012), ganador de un Oscar, que trata sobre el día a día de un cirujano plástico que ayuda a reconstruir el rostro de mujeres que han sufrido ataques de este tipo.
Legalmente estos crímenes están permitidos en los países antes mencionados, pues la óptica de la ciudadanía, de los gobernantes y las leyes se enfoca en que la conducta de las mujeres debe permanecer bajo vigilancia continua. Incluso, ante la menor sospecha por parte de sus familiares sobre un acto inmoral, pueden proceder en su contra de esta manera.
Por otro lado, los hombres quienes comenten estos actos de violencia, desde el punto de vista social, son percibidos como héroes y salvadores por haber limpiado el honor de la familia, mientras que las víctimas son enterradas en silencio o relegadas al escarnio. Si la situación fuera a la inversa y la mujer llegara a descubrir a su esposo en alguno de los actos citados anteriormente, no existe nada que pueda hacer por la vía legal, por lo que se entiende que son actos unilaterales y sexistas.
Las leyes no dictan imputaciones representativas en contra de ellos si la mujer llegase a morir, o en el caso específico de matar a ambos participantes del adulterio, el victimario gozaría únicamente de una sentencia reducida. Recientemente se realizó una modificación a las leyes pakistaníes: si la mujer fue únicamente lesionada, ya no puede ser obligada a otorgarle el perdón a su familiar para librarlo de la sentencia y deberá cumplir una pena de 25 años.
Lo más espeluznante es que las estadísticas de ataques van en aumento: tan sólo en Pakistán, en el año 2011, 943 niñas y mujeres fueron asesinadas. En 2016 la cifra se elevó a 1096. Estos números se refieren únicamente a las denuncias registrada, pues muchos de los crímenes de honor no son denunciados y permanecen encubiertos, por lo que los ataques se traducen en números exponencialmente altos.
El honor puede contener rasgos ambiguos según la geografía. En muchos casos funge como el pretexto perfecto para seguir perpetuando actos y crímenes machistas y seguir conservando una estructura patriarcal en la que la mujer pertenece al hombre en calidad de objeto. Sin duda alguna ha sido un gran avance en las leyes pakistaníes derogar el perdón para los atacantes como una forma de evadir su sentencia; sin embargo, aún queda mucho por hacer.
El honor puede contener rasgos ambiguos según la geografía. En muchos casos funge como el pretexto perfecto para seguir perpetuando actos y crímenes machistas y seguir conservando una estructura patriarcal en la que la mujer pertenece al hombre en calidad de objeto. Sin duda alguna ha sido un gran avance en las leyes pakistaníes derogar el perdón para los atacantes como una forma de evadir su sentencia; sin embargo, aún queda mucho por hacer.
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