Desde un hombre devorando bebés, hasta una enorme Marilyn Monroe, estas extrañas esculturas nos hacen cuestionar nuestro sentido de la realidad.
Si Zenón y su paradoja de la tortuga y Aquiles tuvieran razón, el movimiento sería imposible. Nuestros cuerpos serían una especie de escultura permanente. Según este sofista griego, de un aparente punto A a un B, hay un número infinito de puntos. A su vez, entre cada uno de esos números infinitos hay otros igual de interminables y entre estos, lo mismo. Así hasta que cualquier tipo de desplazamiento resulta imposible en sentido lógico.
Las esculturas que verás a continuación son una especie de manifestación de esa paradoja; son piezas sumamente extrañas, pero al mismo tiempo hermosas y nos dan la impresión de que tienen vida aunque permanezcan inmóviles por siempre:
Bruno Catalano:Es un escultor nacido en Marruecos. Exiliado junto con su familia cuando tenía sólo 15 años de edad, llegó a Francia en busca de refugio. Las cosas no serían sencillas para él; a los 18 tuvo que convertirse en marinero y más tarde, en electricista. Fue hasta los 30 años cuando comenzó su carrera como artista.
Inevitablemente, al ver su fragmentadas esculturas, pensamos en la propia experiencia del artista. A través de la escultura, Catalano refleja esa ruptura interior que los seres humanos llevan consigo de manera inevitable. La mayoría de sus obras se exponen de manera itinerante en Paris.
Paige Bradley: El arte no es entretenimiento. El arte no es un bien de lujo. El arte es cultura. Somos tú y yo», dice la escultora americana. Desde muy pequeña tenía en claro que quería dedicarse a la creación. A los 17 hizo su primera escultura, poco después, encontraría el éxito mundial.
Con un claro sentido de transcendencia y espiritualidad, Bradley hace algo que pocos logran; da vida a una materia inerte. Con claras alusiones a la "liberación" espiritual, estas esculturas sorprenden aleatoriamente a los transeúntes de Nueva York y otras partes del mundo.
David Cerni: Este artista nacido en Praga, es uno de los más reconocidos pero también, de los que han ganado más críticas. Esto no es fruto del azar, sus esculturas tocan temas sensibles y a más de uno le resultan incómodas. Aunque estudió diseño y artes plásticas en la academia, decidió que dedicaría su vida a exponer su arte en las calles.
Irreverente, lúdico y crítico, la obra de Cerni hace evidente lo que para una sociedad costumbrista debe ser silenciado. Aunque su producción siempre está en movimiento, algunas de sus esculturas se encuentran de manera permanente en Praga.
Hans Gieng: Es uno de los escultores más antiguos de Friburgo, Suiza. Creó muchas de las fuentes públicas de Berna durante el renacimiento, pero no se tienen registros fidedignos, pues muchas de ellas no están firmadas. Desde entonces, sus esculturas permanecen en la ciudad, formando la identidad de los lugareños y sorprendiendo a quienes vienen de fuera.
Estas esculturas de colores vívidos y extrañas figuras salen de los cánones de imágenes renacentistas, sin embargo, ya son un elemento permanente en Friburgo. La más extraña es "Kindlifresserbrunnen" —la de en medio— pues se trata de un hombre devorando la cabeza de un bebé.
John Seward Johnson II: Pese a ser nieto de Robert Wood Johnson I — cofundador de Johnson & Johnson—, este hombre ha tenido claro el rumbo de su vida desde joven: hacer esculturas públicas. De tamaño natural, las piezas son de un estilo hiperrealista y presentan a personas haciendo cualquier actividad cotidianas. Desde Australia hasta Pennsylvania, estas figuras inmóviles hacen detener a quien pasa por ahí.
Las claras alusiones a elementos de la cultura pop y la historia del arte junto con una extraordinaria técnica de hiperrealismo, ha hecho que estas esculturas visiten prácticamente todo el mundo. Colocadas en grandes explanadas, sorprenden a quienes pasan, haciéndoles cuestionar el sentido común del tiempo y el espacio.
Debido a lo importantes que son, la mayoría de estas esculturas no se encuentran en un lugar establecido todo el tiempo. Para conocerlas, hay que seguirles la huella a los creadores y estar al pendiente de dónde las presentarán.
Pero de cualquier forma, todas tienen elementos simbólicos que abren a la reflexión sobre el orden de las cosas, la naturaleza del movimiento y el tiempo. Sin duda alguna, son piezas a las que hay que enfrentarse alguna vez en la vida.
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