Urnas divertidas: El pueblo Ga de Ghana tiene la tradición de confeccionar ataúdes muy vistosos para los seres queridos que han muerto. Los sarcófagos deben estar relacionados con la persona que murió: su profesión, sus gustos, o algo por lo que haya sido conocido. El sepelio es el tiempo perfecto para lamentar la muerte de la persona, pero también para divertirse y bailar. El pueblo Ga cree que la muerte no es un final definitivo, sino que la vida continúa en un próximo mundo, de la misma forma como fue en el mundo anterior. Por eso buscan ganarse el aprecio del difunto desde el primer momento, creándole un sarcófago agradable y digno de esa persona.
La Homosexualidad como ritual: De entre todas las tribus de Papúa, Nueva Guinea y Melanesia, alrededor de un 20% fomentan el contacto homosexual entre varones. Esto incluye a pueblos como los Etoro, los Sambia, los Keraki o los Marind-anim, culturas que están entre las más primitivas del mundo. Los niños varones son separados de sus madres desde los 7 años, y se van a vivir únicamente en compañía de otros varones durante los siguientes 10 años. La idea de todo este proceso es retirarles a los varones toda “contaminación femenina” y convertirlos en guerreros puramente masculinos. Los muchachos deben beber el semen de los adultos y recibir el semen por vía anal también, ya que estas tribus ven al semen como el conducto esencial de la energía masculina. Incluso se realizan casamientos entre hombres adultos y muchachos jóvenes: el adulto ejercerá como tutor hasta que el muchacho se convierta en un verdadero guerrero y cazador.
La paternidad compartida de los Tapirapé: Es la idea de que un niño puede tener más de un padre. El pueblo Tapirapé habita las profundidades de la selva amazónica brasileña, y ellos creen que un bebé es el producto de todos los hombres con los cuales su madre tuvo relaciones sexuales. Ellos creen que mientras más diversas hayan sido las fuentes de semen que hayan contribuido en la creación de un niño, más fuerte y saludable será éste. Los Tapirapé también permiten las relaciones homosexuales abiertamente, y aplican un estricto control de la natalidad. A cada madre sólo se le permite tener tres hijos, y dos del mismo sexo como máximo. Los niños extras son eliminados, ya que estos indígenas consideran que la tribu no podría hacerse cargo de todos.
Azotándose en público hasta sangrar: El décimo día de Muharram, el mes islámico de duelo, es conocido como “Ashura”, un tiempo cuando los musulmanes chiítas terminan de lamentar la muerte de Hussain ibn Ali, quien fue martirizado en la Batalla de Karbala. Mientras los suníes pasan el día ayunando, algunos chiítas reconocen el sacrificio de Alí recreando efectivamente el dolor que él sufrió, flagelándose a sí mismos con cadenas y espadas afiladas hasta hacerse sangrar, y caminando sobre carbones en llamas, todo esto en medio de una especie de éxtasis colectivo.
Saboreando los restos de los muertos: Los Aghori Sadhus son una secta religiosa de la India que podemos encontrar sobre todo en la ciudad santa de Varanasi. Son famosos por comer carne humana, como parte de una espeluznante búsqueda de la “iluminación”. Los Aghori encuentran una buena provisión de cadáveres en los crematorios que hay a orillas del Ganges, el río sagrado de los hindúes. Ellos untan su piel con las cenizas de los muertos y beben de sus cráneos. De acuerdo con su cosmovisión, sus prácticas no son nada espantosas, ya que creen que el contacto con los restos de los muertos aleja las enfermedades y los purifica.
Canibalismo puro y duro: La tribu Fore habita en los montes de Papúa-Nueva Guinea. Cuando un miembro de esta tribu muere, sus familiares deberán comerse partes de su cuerpo, particularmente la carne (la cual está reservada para los hombres) y el cerebro, el cual es devorado por las mujeres y los jóvenes. Esta horripilante práctica era considerada un símbolo de respeto hacia los difuntos, pero eventualmente la costumbre se fue extinguiendo cuando se descubrió que varios familiares habían muerto tras haber contraído ciertas enfermedades desagradables, debido a una molécula dañina que vivía en los cerebros muertos que habían sido consumidos por las mujeres de la tribu.
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